Momento crítico
Las Islas Baleares atraviesan un momento crítico en materia de recursos hídricos. Las reservas de agua están en descenso constante y la sequía se ha convertido en un desafío estructural que exige respuestas urgentes.
© PLB / En mayo de 2025, las reservas hídricas se situaban en torno al 51 %, con descensos notables en todas las islas: Mallorca pasó del 54 % al 52 %, Menorca bajó del 51 % al 48 %, e Ibiza registró el nivel más bajo con apenas un 36 %. En algunos momentos del año, más del 90 % del territorio balear se encuentra en prealerta por sequía.
La situación se agrava por varios factores combinados. Uno de los más importantes es la antigüedad de las redes de distribución, que provocan pérdidas cercanas al 30 % del agua potable que entra al sistema. A ello se suma el crecimiento sostenido del consumo urbano —que ha aumentado más de un 20 % en dos décadas— y la fuerte presión turística durante los meses de verano, cuando la demanda se dispara y las infraestructuras hídricas se ven al límite.
El archipiélago sigue dependiendo en gran medida de los acuíferos subterráneos, un recurso vulnerable que se resiente cuando las lluvias son escasas. En Mallorca, los embalses de Cúber y Gorg Blau funcionan como reservas clave y mantienen un promedio del 60 % de su capacidad, mientras que las desaladoras aportan cada vez más volumen, con producciones que superan los 20 hectómetros cúbicos anuales.
Ante este panorama, el Govern balear y los ayuntamientos han puesto en marcha diversas estrategias de ahorro y concienciación. Campañas como “Sense aigua no hi ha futur, estalvia H2O” promueven el uso responsable del agua en hogares, hoteles y espacios públicos. En municipios como Santa Eulària (Ibiza), se han establecido limitaciones para los grandes consumidores que superen los 10.000 m³ anuales, lo que permitirá ahorrar decenas de miles de toneladas de agua este verano.
También se han propuesto sanciones de hasta 3.000 euros para quienes derrochen agua en épocas de escasez, así como restricciones para el llenado de piscinas o el riego de jardines en fases de prealerta o alerta. Paralelamente, el Govern mantiene líneas de ayuda para municipios con problemas de abastecimiento, especialmente aquellos que no están conectados a redes de agua en alta.
Los retos de futuro son enormes. Reducir las fugas en las redes urbanas, mejorar la eficiencia de las desaladoras, fomentar la reutilización de aguas depuradas y promover sistemas de recogida de agua de lluvia son algunas de las claves. También se necesita una planificación territorial más estricta que tenga en cuenta los límites hídricos antes de aprobar nuevos desarrollos urbanísticos.
El cambio climático acentúa el desafío: las lluvias son menos regulares, las sequías más prolongadas y los episodios de calor más intensos. En este escenario, Baleares deberá apostar por una gestión sostenible del agua, basada en la innovación, la educación y la cooperación institucional. Porque, como recuerdan los expertos, sin agua no hay futuro.
        
  
  
  

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