Cuando la pasión se confabula con la vocación, se genera una fuerza poderosa que puede guiar a una persona hacia el cumplimiento personal y profesional.
Charlas con Lucía Duque Ríos / La alegre chica italiana Oriella Ferrigno nos envuelve con su mirada dulce y apacible. Es la matrona que trabaja en el hospital de Inca y, por las noches, deja su melena recogida con el gorro de enfermera para ir en busca de sus dos hijos, mientras comienza a cantar, improvisando algún tema que le ronda la cabeza.
Nació en el seno de una familia numerosa y musical en un pueblo de montaña muy cerca del mar, llamado Campobasso, capital de la comunidad de Molise, famosa por la elaboración de pasta. Después del terremoto de 1805, donde las pérdidas materiales y humanas arrasaron casi todo, se planificó una reconstrucción urbanística tan expectante que la ciudad consiguió el apelativo de "La Ciudad Jardín". Sin embargo, en 1943 sufrió los bombardeos de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y, a mediados del siglo XX, la ciudad renació gracias al corazón pulsante por la cultura, atrayendo a muchos artistas e intelectuales que encontraron un lugar digno para vivir.
Yuniel Romero Duran, Oriella Ferrigno y Miguel Holguin.
Empezó cantando en los coros de la iglesia mientras estudiaba. Recuerda con entusiasmo cómo, en una Navidad, sus padres le regalaron una guitarra para que aprendiera por su cuenta, tocando las notas que veía a sus compañeros. El don lo trae de cuna; en su familia ha habido músicos y, en casa, siempre se cantaba por las noches, aprendiendo así unos de otros, porque ¡la música es su pasión!
Cuando ingresó a la universidad a estudiar Enfermería, se graduó como matrona y, mientras tanto, participó como cantante en un grupo de música Gothic Metal. Luego de terminar su carrera como matrona, una vocación de por vida, ingresó como voluntaria en la Cooperativa Internacional para ejercer en un hospital de Kenia, África. Pasado un año, una compañera le dio el dato sobre una vacante en el hospital de Manacor, en las Islas Baleares. Enviaron su currículum sin imaginarse que sería requerida de inmediato en 2008. Viajó sin conocer a nadie y permaneció allí por dos años. Regresó a Kenya y, en 2013, ya estaba de vuelta en la isla, trabajando en el hospital de Inca, donde labora actualmente. Ella promueve el parto en agua y acompaña a las futuras mamás antes y después del parto.
Después de instalarse en Mallorca con el padre de sus dos hijos, a los que parió en su casa, como ella misma cuenta, fue conociendo a otros músicos. En una época, cantaba acompañada de su guitarra con el grupo Reserva Oriental. Ensayaban en una sala del polígono, en la calle Gremi. Allí encontró a su actual pareja, Yunny, un cubano que toca instrumentos de percusión y la caja. Se enamoraron y se retiraron del grupo; continuaron solos hasta que conocieron a Miguel, un guitarrista y profesional de la música clásica. Con él ha sido un feliz hallazgo, porque la conexión fue inmediata. Por eso se llaman "Almas Viajeras"; llevan tres años compaginando su vida profesional con la artística. Para ellos, "la música es ese lugar mágico donde cada uno es libre de ser y sentir".
—Si pudieras abrir un show para cualquier artista, ¿quién sería?
—Todo depende del momento; ahora estaría por las nubes si acompañara al pianista Andrea Vanzo, un músico y compositor de cine, reconocido por su habilidad para utilizar la música como expresión emocional.
—¿Qué es más importante para ti, la vocación de ser matrona o la pasión por cantar?
—La vocación se refiere a aquello que amamos hacer y en lo que somos naturalmente buenos, mientras que la pasión representa ese entusiasmo y deseo profundo por realizar esa actividad. Juntas, estas cualidades pueden proporcionar un sentido de propósito y dirección en la vida, como se menciona en los fragmentos que indican la importancia de tener un futuro apasionante y la facilidad para transmitir ideas cuando existe esa pasión. Lucía Duque Ríos
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