Esa es la gran pregunta. Y la respuesta dependerá menos de las ideas internas de la Curia y más del contexto geopolíticoque rodea al próximo cónclave:
Francisco moldeó el colegio cardenalicio a su imagen y semejanza, con más de 100 cardenales elegidos por él, muchos de ellos cercanos a su visión de Iglesia “en salida”, sensible a las periferias y menos dogmática.
Pero el peso simbólico y político de lo que representa Trump en este momento —en plena reconfiguración del orden global— puede actuar como contrapeso a esa mayoría progresista. La Iglesia, aunque no lo admita, sabe leer las señales del poder temporal.
Un Papa que escuche al nuevo mundo
Trump no llega solo: llega con una narrativa. La de un Occidente en defensa de sus raíces, de la familia, de la fe cristiana, de la soberanía y del orden moral. Y esa narrativa contrasta brutalmente con los silencios vaticanos ante las dictaduras comunistas, las persecuciones religiosas en África y Asia, y el colapso moral que vive Europa.
El funeral de Francisco se convierte, en este contexto, no solo en el cierre de un pontificado, sino en la primera escena de un nuevo capítulo: ¿seguirá el Vaticano en línea con la izquierda globalista o corregirá su rumbo?
Ya no es viable una Iglesia neutral ante el comunismo, ambigua ante el islamismo, o silenciosa ante el autoritarismo de izquierda en América Latina. La presencia de Trump, su tono solemne y su duelo oficial, son una advertencia elegante, pero firme:
O la Iglesia vuelve a hablar el lenguaje de la verdad y la fe, o perderá toda autoridad moral en el nuevo siglo que se está abriendo.
La pelota está en manos de los cardenales.
Y el mundo —esta vez— está mirando.
Amén
@boteroitaly
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