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La preautonomía de las Islas Baleares (II/II). Cualquier tiempo pasado, sí pudo ser mejor.


Víctor Gistau / En el ínterin de un Presidente que acaba y otro que pretende emprezar, el Teniente Coronel Tejero irrumpe en el Congreso de los Diputados, al grito de “se sienten, coño” subrayado con una ráfaga de ametralladora militar y tras explicarles a los parlamentarios que es lo que él estaba pintando allá, pistola en mano. En ese mismo instante, en el Consolat de Mar, el gobierno del Consell General estaba celebrando su “consell executiu” y a su término Jeroni Albertí tenía previsto anunciar que se iba a plantear su dimisión porque ya tenía muy avanzado el proyecto de Unión Mallorquina, un nuevo partido de carácter regionalista y nada independentista, porque en su esencia defendiendo nuestro territorio quería apoyar los principios de la unidad de España. Eso siempre lo tuvo claro y apostó por ello.

De repente el Jefe de Prensa de la institución, Andreu Manresa, llegó hasta el despacho de la antesala del salón del “Consell Executiu” que es en donde me encontraba atendiendo mi responsabilidad como Jefe de Protocolo y Relaciones Públicas de aquel gobierno pre autonómico portando un transistor en la mano y el semblante desencajado. “Víctor, me dijo, en Madrid, unos guardias civiles están dando un golpe de Estado en el Congreso”. Dejamos pasar unos momentos para acopiar más información y me dispuse a interrumpir al Presidente, advirtiéndole de que aunque las informaciones eran muy confusas, las emisoras de radio solo emitían lo que podían del acontecimiento. Salió del Salón y transcurridos unos minutos, comunicó a los asistentes los hechos que estaban sucediendo, añadiéndoles que quien quisiera abandonar el edificio lo podían hacer sin problema alguna. Nos quedamos solos los tres y dos miembros del gobierno. Poco después el propio Presidente convenció a los dos consellers para que se fueran tranquilamente a su casa.

Antes de que Su Majestad El Rey apareciera en la televisión para tranquilizar a los españoles se intentó hablar con el Capitan General de Baleares pero, según el Ayudante de Campo que estaba de servicio esa noche, el alto militar estaba tranquilo, cenando y con las tropas acuarteladas. Cuando por fin el General devolvió la llamada al Presidente y le dijo que estuviera tranquilo, que él no iba a cumplir ninguna consigna y que estaba esperando las ordenes que recibiera de Su Majestad El Rey y que desde luego La Zarzuela no compartía las mociones del Capitan General de Valencia. Eso sí, le pidió a Albertí que no plantearan manifestaciones ni algaradas de ninguna clase

Fue una noche larga que no recoge la historia. Fueron más de 10 horas de permanencia en el Consolat de Mar y preparamos su salida a Madrid en el primer avión de la mañana para que como Senador se constituyera la cámara correspondiente porque el gobierno y el resto de diputados seguían secuestrados. Al final, como saben, todo acabó mas o menos bien.

Algún día se sabrá todo. Las conversaciones que se mantenian con la Casa de Su Majestad El Rey a través del General Don Nicolás Cotoner y Cotoner, Marqués de Mondéjar producían un muy deseado sosiego como algunos generales de la confianza de Juan Carlos I estaban intentando conseguir con su apoyo a sofocar la revuelta. Su presencia ante las cámaras de televisión ataviado con el uniforme del Ejército de Tierra y sus galones de Capitan General puso el orden que abortó el levantamiento.

Juan Carlos I, Rey de España, jefe del Estado del Reino y Capitan General de los ejércitos. Y ahí empezó a escribirse el final de tanta insensatez.

A partir de ese relato, cabe comentar algún otro tan importante, pero que sí colaboró en escribir algunas páginas de esa nuestra historia.

Veamos pues con otro recuerdo como fue el de la actuación con poco nivel de la Asamblea de Parados de la CNT, cuyas oficinas se hallaban pared con pared con el Palacio de la Diputación.

Una tarde, recibí una llamada del ujier que cuidaba los accesos al Palacio para avisarme de que un grupo habían invadido el edificio y habían colgado unas pancartas muy rudimentarias en los balcones. Hablé con el Presidente y me pidió que le transmitiera toda la información que pudiera captar. Cuando llegué me estaban esperando en el interior del despacho ocupándolo como si se tratara de su propia oficina. Debí de emplear algún tono muy comprensivo y se recuperó la situación. Era un problema de celos con el grupo de gitanos del tío Quico a quien se le había concedido un trabajo para limpiar las cunetas de determinadas carreteras de Mallorca y evitar la propagación de incendios. El jefe de los invasores argumentaron que ellos eran los verdaderos trabajadores para desarrollar esa tarea y qué, por cierto nunca lo solicitaron ni se lo plantearon. El teléfono de mi despacho echaba humo y de repente en la calle junto a los alborotadores se incorporó la policía Nacional. Su jefe el Teniente Coronel Miguel Pons me dijo que si le autorizaba, entraba y resolvía el problema por tratarse de una invasión a un edificio público. Le pedí que de momento la situación estaba calmada y que no era conveniente dar un escándalo. En el exterior del despacho, esperaba una redactora del Diario Ultima Hora que quería contar lo que estaba sucediendo, la autoricé a entrar aunque antes se negaron los de la Asamblea. Naturalmente no les hice ni caso y expliqué lo que estaba sucediendo pero ellos no se atrevieron a dar su versión. Así los hechos, decidieron irse no sin antes retirar las pancartas que habían colgado en los balcones.

Dias después, el Jueves Santo, invadieron la procesión a su paso por la plaza de Cort portando cuatro individuos cubiertos con unas capuchas una imitación  burda y con poco gusto a un paso procesional que soportaba una horca y un personaje pendiente de ella. Ahí si que la policía nacional los retiró del medio a marchas forzadas.

Y lo más llamativo fue que transcurridos unos meses volví a coincidir con el Jefe de los cenetistas en Menorca convertido en el responsable de los ujieres del Consell contratado por el propio Presidente que lo era de UCD. Y más, en las elecciones locales, resultó elegido alcalde de Es Castell por el Partido Popular.

¿Será cierto aquello de que la política hace a veces cohabitar con extraños en una cama?


Y para finalizar una última experiencia como fue la de la solemne constitución del Consell General Interinsular en el marco inigualable del patio de armas del Castillo de Bellver. En la alzada tribuna se hallaban los representantes de la Corona de Aragón, es decir los representantes del Reino de Aragón, el Reino de Valencia, el Reino de Mallorques y el Condado de Barcelona. Fue el primer acto oficial del Presidente Tarradellas desde su aparición de nuevo en la escena política. Esa misma tarde, don Josep invitó formalmente al Presidente de Baleares a visitar oficialmente Catalunya, hecho que le fue aceptado.

Dias más tarde, acudí al palacio de la Generalitat para concretar los detalles del viaje y cuando lo cerramos, el Jefe de Protocolo de la Generalitat me comunicó que el Presidente Tarradellas me quería conocer. Reconozco que en aquel momento ni me podía plantear cómo iba a desarrollarse el encuentro, pero mis compañeros catalanes lo arreglaron de maravilla. Tras el primer apretón de manos y a solas con él me dijo entre otras cosas, que le diera dos consejos a mi Presidente: uno que se dejara aconsejar por los que le rodean pero que no hiciera excesivo caso, y el segundo que siempre la “clau, a la faxa”. El dinero tiene muchos amigos y el emplearlo adecuadamente es lo que le haría triunfar.

Al despedirse me dijo, “Catalunya y las Baleares, hablamos una misma lengua o parecida, pero cada una tiene su propia identidad con años de historia que no han sido comunes”.


El viaje se celebró desde el respeto más profundo a la historia que nos es común. Se visitó los enterramientos de Jaime I y resto de reyes que le sucedieron salvo los del Reino de Mallorca y otros parajes con los que compartimos una parte de la historia. Quisiera hacer constar que en la despedida como final del viaje,  en el propio Aeropuerto de Barcelona, un periodista le preguntó a Tarradellas sobre su parecer respecto a la exigencia de que naciera “Els païssos catalans” propiciado por una extraña rama que pretendía el renacer de una extraña Corona de Aragón a tenor de las discusiones que se mantenían al respecto con el País Valencià. Y en ese momento lo dejó sentenciado delante de Jeroni Albertí, advirtiendo que lo de los países catalanes no tenía ningún sentido, porque no podían existir, y añadió que cada comunidad tiene puntos que son comunes con la propia Catalunya añadiendo que sería bueno que llegáramos acuerdos de colaboración para mejorar nuestras propias tierras. Catalunya es lo que es, y de igual manera valencianos y baleares, deben luchar para engrandecer su comunidad.

Esto nadie me lo ha contado, lo escuché personalmente, así es que el que fue Presidente de la Generalitat por Esquerra Republicana de Catalunya jamás hubiera provocado un atisbo de independentismo como lo hacen ahora otros a los que les han dado un ataque de cortedad de miras y siguen en su particular batalla. Unos días antes de regresar a Catalunya le dijo a Pilar Urbano en una entrevista que le concedió y publicó en el ABC de Madrid: “Vengo a trabajar por Catalunya y hacer más fuerte España”. Los de por allá y  los por aquí deben andar muy mal en todo aquello relacionado con el saber leer y escribir, porque seguro que estos detalles y otros muchos más no han querido ni enterarlos.

Y no quisiera despedirme de este sencillo paseo que les acabo de contar, si antes no me dirijo a mi admirado profesor y excelente relator de la historia que es Román Piña Homs, Medalla de Oro de nuestra Comunidad Autónoma al tiempo que le pido perdón por haberme atrevido a balbucear en esa historia que él mejor conoce y ama.

Y a mi querido alcalde Juan Fageda a quien me une una entrañable amistad de esas que se siente aunque no se viva, y no lo digo porque en la obra de teatro bufo de un mallorquín, Don Juan Tenorio, me tocó matarle por ser el Comendador y yo Es Vergueta en defensa de mi amor por su hija. En ninguna obra de teatro hubiera querido que fuéramos personajes contradictorios porque en la vida real mi defensa por su talante y buen hacer no me lo hubiera permitido. Y así, mi querido Juan días atrás mi hijo mayor me recordaba cuando siendo yo el Director de la Cadena COPE en Mallorca el día que nos encontramos en la emisora estudiando el contrato de una campaña para su posible elección como Alcalde, y que, por cierto, nadie creía que fuera positiva ni siquiera los más grandes dirigentes de su partido. Ya en el ascensor de salida, le dije a mi hijo, “Hijo, despídete del próximo Alcalde de Palma”. Y Juan Fageda añadió… “Dios te oiga, porque esto está muy difícil buen amigo”, y sin embargo no lo era tanto porque a los comicios no se presentaba otro gran alcalde, el primero de la democracia, Ramón Aguiló. La noche electoral, en directo en los estudios de la emisora contábamos uno a uno los concejales que iba incorporando en su redil, junto a los del resto de partidos, y escuchamos que llegó a la mayoría absoluta, que eran 15, y rubricó el espectáculo con dos más. Y digámoslo claro también: nadie en su partido creía que resultara vencedor

Y esto solo lo puede conseguir quien transmite algo más que una fachada o unos apurados mitines. Para mi siempre será mi gran y respetado amigo.

He pretendido justificar de forma un poco a la pata la llana el origen de nuestra Comunidad, que no hubiera sido lo mismo sin aquella Corona de Aragón, Reino de Reinos y la preautonomía de Baleares. Y he preferido escribirlo para no contar alguna insensatez y alargarme en mi exposición.

Aquellos políticos preautonómicos dejaron una estela insuperable y es comprensible que su discurrir por los caminos de la política sean muy difícil de seguir. Era otra gente, eran los que fueron capaces que realizar una transición sin sobresaltos en exceso y con limpieza en el devenir de los tiempos.


Víctor Gistau              

   

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