Si hay una comunidad de emigrantes capaz de transformar un barrio en una peque帽a porci贸n de su pa铆s, esa es la comunidad china.
Las cuatro cuadras del barrio Belgrano, en Buenos Aires, son un ejemplo de ello.
No ser谩 un barrio chino tan grande y vistoso como el de Nueva York o el de San Francisco pero contiene todo lo indispensable para cumplir con nuestras fantas铆as orientales.
En las fachadas predomina el rojo, y las vidrieras de los locales est谩n abarrotadas de dragones, Budas, l谩mparas de papel multicolores, juegos de t茅, y todo tipo de amuletos para la suerte, el amor y la felicidad.
Tome nota: la rana de tres patas con una moneda en la boca conserva el dinero. Los patitos mandarines son para la pareja. El gato dorado con la pata levantada es un s铆mbolo de la suerte. La m谩scara de la 贸pera china sirve para rechazar la mala energ铆a.
Este tipo de curiosidades atrae a los extranjeros como a las moscas.
De hecho, en las hileras de las tiendas, la mayor铆a son latinos o alg煤n que otro turista europeo o estadounidense que revuelven fascinados en la b煤squeda de alg煤n talism谩n o alg煤n juego de porcelana para comer sushi.
No es raro que surja, por lo bajo, alg煤n chiste irrespetuoso sobre la pronunciaci贸n de los vendedores chinos o sobre la dudosa limpieza del restor谩n, cuya comida no deja de ser deliciosa.
El barrio chino tendr谩 su arco
Pero los que se r铆en por 煤ltimo son ellos. Fueron capaces de exportar su cultura y sus tradiciones a los rincones m谩s remotos del mundo y a su vez prosperar econ贸micamente en base al esfuerzo.
“Est谩n acostumbrados a la vida sacrificada, a trabajar y estudiar todos los d铆as. Desde chicos los educan as铆”, dijo a la Voz de Am茅rica Andrea Pappier, coordinadora del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata.
Seg煤n Pappier, el barrio chino comenz贸 a desarrollarse con m谩s fuerza despu茅s del 2001, con el apoyo del gobierno de Buenos Aires y la asociaci贸n de comerciantes chinos del lugar.
Antes, hab铆a cierta desconfianza hacia el turista, dijo Pappier, y no les gustaba que les sacaran fotograf铆as o que les hicieran muchas preguntas. Pero con los a帽os hubo un cambio de actitud.
“A partir del 2003 empezaron a darse cuenta que deb铆an atender a la gente de distinta manera, que hab铆a que vender, sonre铆r, empezar a hablar”, consider贸.
“Creo que el cambio de actitud vino en el 2004, ya est谩n m谩s tranquilos con los turistas, se sacan fotograf铆as con ellos, hay mucha participaci贸n popular en sus fiestas tradicionales como la fiesta de a帽o nuevo o los festivales de comida en la calle”.
En su proceso fundacional el barrio era un lugar de congregaci贸n para la comunidad china, seg煤n Pappier, pero actualmente tiene un desarrollo tur铆stico importante y “mes a mes” abren comercios nuevos, asegur贸.
El broche de oro vendr谩 a mediados de junio, con la inauguraci贸n de un monumental arco de once metros de largo a la entrada del barrio chino, en la esquina de Arribe帽os y Juramento.
“Simboliza una puerta de entrada. Para Oriente siempre hay que marcar un espacio con un arco”, dijo Pappier. “Si ves cualquier barrio chino grande como en Estados Unidos, tiene un portal de entrada”.
Ahora, el barrio chino de Buenos Aires tambi茅n tendr谩 un portal para darles a los turistas una bienvenida a la cultura oriental en pleno centro porte帽o.
voanews
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