Regresar a Mallorca despu茅s de cuarenta a帽os y tener el privilegio de llevar en ella los 煤ltimos tres a帽os, me ha devuelto la ilusi贸n adolescente de quien llevaba debajo del brazo los libros de texto del 煤ltimo curso de bachiller o los de primero de carrera mientras cruzaba el Paseo de Mallorca y la Avenida de Portugal para llegar al Instituto Ram贸n Llull o a la facultad de Derecho en mi primer a帽o de carrera.
Estar aqu铆 de nuevo me ha hecho recordar mi primera declaraci贸n de amor, mi discusi贸n (la m铆a y de nadie m谩s) con un alto responsable de Educaci贸n para que prosperara mi solicitud de exenci贸n del catal谩n, o los ataques de risa que me daban en el 煤ltimo banco de la iglesia de San Jaime, situada en la calle del mismo nombre y por donde hoy paseo tan a menudo para escuchar las homil铆as de don Teodoro o pararme delante del Consulado sueco o de la fundaci贸n Barcel贸, apellido que me conduce a la 茅poca de la Ilustraci贸n y de los corsarios baleares en aguas mediterr谩neas.
A estas alturas he de reconocer que m谩s all谩 de lo meramente anecd贸tico y personal, Mallorca me dej贸 entonces y me hace sentir ahora una especie de burbujeo an铆mico, un enamoramiento y una fascinaci贸n que creo llevo impreso en cada cent铆metro de mi cuerpo y que muchas personas aprecian en mi rostro.
Aclarar que, si bien procedo de una ciudad tan luminosa como 茅sta, aunque m谩s peque帽a y con vestigios m谩s romanos que rom谩nicos o g贸ticos, en julio de 2022 me reinstal茅 de nuevo aqu铆 como residente, y, en este ilusionante regreso, tuve la suerte de reconocer muchos rincones que dej茅 atr谩s un mes de septiembre de 1985: El Paseo de Mallorca con su Comisar铆a de Polic铆a Nacional, el entramado de calles del casco antiguo, en el que tantas veces me perd铆 tratando de localizar la chocolater铆a C´an Joan de s´aigo; Santa Eulalia, los ba帽os 谩rabes, el Paseo Mar铆timo, la rambla de las flores o el emblem谩tico Paseo del Borne, donde, entre tantas franquicias, hoy hay una que para m铆 resulta muy especial por haber albergado, en otro tiempo, una sala de cine donde tantas l谩grimas derram茅 en el verano de 1979 mientras Bambi lloraba por su desaparecida madre.
S铆, todo tal cual lo recordaba y con sus, inevitables variaciones, pues el Parque del Mar que, apenas empezaba a construirse cuando me fui, actualmente es todo un complejo arm贸nico de parques y jardines donde los ciudadanos pueden disfrutar de ferias, conciertos, paseos o improvisadas reuniones.
Sin embargo, a pesar de todos los emplazamientos que he mencionado, si hay un rinc贸n de esta ciudad sobre el que quisiera llamar la atenci贸n, es la tienda donde mi madre compr贸 el tul y el raso que luc铆 para bailar una tarde en el Teatro Principal junto a las alumnas de la profesora de danza Ludmila Gretchnaninov, maestra de quien, hasta no hace mucho, fue directora de nuestro Conservatorio.
Aquella tienda de textiles estaba en una esquina entre la calle Col贸n y Bosser铆a, frente al impresionante edificio de Can Forteza. Su nombre era Ca na Mar铆a des Cego, y en ella ya dej贸 la huella de sus zapatos mi abuelo, que durante los a帽os veinte del siglo XX, vivi贸 entre Mallorca y Menorca.
Junto a estos recuerdos del pasado, a los que puedo a帽adir muchos otros, ahora disfruto en este extraordinario rinc贸n mediterr谩neo con las experiencias que me depara el presente de una ciudad que bulle entre la tradici贸n y el cosmopolitismo, donde las calles son un museo de escaparatismo, donde la est茅tica vibra por todos sus rincones; donde, en una galer铆a de arte, tal y como me ocurri贸 hace ocho meses, puedes descubrir una obra que, habi茅ndote llamado la atenci贸n, luego puedes ver expuesta en el Casal Solleric el mismo d铆a en que su autor, Peter Halley, ha sido invitado y te estrecha la mano con una amable y humilde simpat铆a que le hace m谩s grande que sus lienzos cargados de abstracci贸n, geometr铆a y l铆neas que tanto me recuerdan a la obra de Mondrian.
En cuanto termine de escribir estas disertaciones, empezar茅 otras sobre los paisajes mallorquines o quiz谩s sobre los eventos culturales que tantas veces comparto con otros ciudadanos en hoteles de esta ciudad, en el C铆rculo de Bellas Artes, en la casa Balaguer, en el C铆rculo Mallorqu铆n, en la Fundaci贸n Mir贸 o en la de Juan March. Puede que, a la hora de canalizar mis pensamientos, me vaya por las ramas dedicando unas letras al proceso creativo y de ser as铆, no tendr茅 m谩s remedio que hacer menci贸n de Carmen Pascual, mi profesora de literatura del Ram贸n Llull, a quien le debo mi afici贸n por la escritura. Por el momento, y aunque quisiera seguir divagando, no me queda m谩s remedio que dejar de escribir porque el dolor que me causa la fibromialgia me impide permanecer delante de la pantalla. Ma帽ana ser谩 otro d铆a.
Sonia M陋 Saavedra de Santiago.
Abogada, profesora de franc茅s y estudiante del Grado de Historia.




0 Comentarios
Gracias por dejar su comentario en Planeta Latino Baleares. No dude en dirigirse a nuestro equipo de redacci贸n para cualquier sugerencia u observaci贸n. Comentarios ofensivos ser谩n borrados y el usuario bloqueado. Planeta Latino Baleares no se hace responsable de los comentarios publicados por los lectores.